martes, 7 de julio de 2009

Templar News - Neotemplarios: Historia de una usurpación

Tres de agosto de 2008. En pleno período estival una pintoresca noticia salta a los rotativos españoles: “Los templarios demandan al Papa”. ¿Cómo es posible que alguien actúe judicialmente en nombre de una orden religiosa y militar suprimida siete siglos atrás? ¿Qué se esconde tras esa denuncia? Y, sobre todo, ¿qué se sabe de esos neotemplarios? Un experto nos responde.

El pasado mes de agosto una asociación civil denominada Orden Soberana del Temple de Cristo (OSTC), que asegura ser heredera de los templarios, saltó a las portadas de los medios de comunicación por haber interpuesto una demanda contra Benedicto XVI con los míticos caballeros como fondo. Exigía la revisión del proceso contra el Temple, fechada en 1307 pero suprimida por bula del papa Clemente Ven 1312, así como la rehabilitación de los miembros de la Orden y el reconocimiento de los bienes incautados, valorados en 100.000 millones de euros, si bien aclaraba que no perseguía la restitución patrimonial de lo expoliado en el siglo XIV.
Maniobra propagandística

Fue una acción anunciada. Varios de sus miembros habían viajado a Roma entre diciembre de 2003 y octubre 2007 para solicitar al Santo Padre la revisión del proceso y la rehabilitación de la Orden del Temple. Vestidos con sus mantos y en perfecta formación, entregaron misivas en la famosa Puerta de Bronce, la entrada principal al Palacio Apostólico Vaticano. En sus comunicados advertían que, de no ser atendidas sus reclamaciones, recurrirían a los tribunales ordinarios. Y así ha sido. La demanda fue interpuesta en los Juzgados de Madrid contra el Papa actual por vía de la Nunciatura Apostólica en España. En su primer auto la jueza negó la admisión a trámite por falta de jurisdicción argumentando que no correspondía a su tribunal pronunciarse sobre hechos ocurridos hace 700 años “al ser materia propia de historiadores”. La asociación demandante presentó entonces una apelación ante la Audiencia Provincial de Madrid, continuando con ello la escenificación de un despropósito, aunque supuso un golpe de efecto de un movimiento neotemplario enredado desde hace décadas en altisonantes declaraciones e ignoradas pretensiones de legitimidad. De entre los centenares de grupos similares que pretenden ser reconocidos por Roma como los “herederos” legítimos del Temple ninguno había llegado tan lejos. Si reclamar al Papa a través de la Justicia ordinaria la revisión del proceso de los templarios y la rehabilitación de la Orden ya era un atrevimiento, hacerlo actuando en nombre del Temple denota una impudicia que sin duda terminará volviéndose en contra de sus promotores y del neotemplarismo en general. Tan es así que el hecho ha permitido asistir a una reacción no menos desaforada entre muchos de los grupos rivales: la reprobación de quienes, a su vez, se consideran a sí mismos los verdaderos templarios. El espectáculo no deja de ser rocambolesco. ¿Quiénes son estos nuevos “templarios” que abogan públicamente por la unión de la cristiandad y el Islam mientras demandan al Obispo de Roma?

Organización polémica

La Orden Soberana del Temple de Cristo es una de las más de 400 asociaciones de todo el mundo que dicen ser herederas de los templarios. No es ni mucho menos de las más antiguas, pues fue inscrita como tal el 27 de febrero de 1992 en Madrid. Entre sus ocupaciones conocidas, además de las consabidas ceremonias de investidura y la inserción de proclamas en foros de Internet, está la de lanzar invectivas contra el resto de los colectivos que aseguran ser los legítimos herederos de los caballeros. Ante la imposibilidad de acreditar una continuidad histórica –que serviría precisamente para justificar su demanda–, la Orden Soberana del Temple de Cristo reconoce que “buscar en lo absoluto los ‘eslabones’ que faltan en su transmisión histórica desde 1314 hasta nuestros días sería extraviarse”.A su entender, “la Orden medieval dispersada no tuvo en lo sucesivo ninguna manifestación orgánica como tal”. Asimismo, considera que “la Orden es por ‘filiación’ espiritual (y no verbal o intelectual)”. ¿Por qué entonces tanto empeño en ser reconocida por la Iglesia católica, a quien ha llegado incluso a solicitar “el puesto responsable que le corresponde en la nave de Pedro, a fin de que este navío llegue a buen puerto”, si, como además afirma, “la Orden no es una religión”,sino que “es la Religión”? Los antecedentes que han llevado al neotemplarismo a lanzarse a una extemporánea vorágine reivindicativa se ubican en los orígenes cuestionables del movimiento y en la mala interpretación que muchos han hecho de ciertos gestos aperturistas y condescendientes del actual Papa.*Fernando Arroyo es Presidente de la Sociedad de Estudios Templarios y Medievales Templespaña.Coautor y director de Codex Templi,Hispania incognita y Gran guía de la España templaria. Ex neotemplario


Siglos de impostura

La historia del neotemplarismo moderno comienza en el Siglo de las Luces como una recreación a caballo entre el elitismo ilustrado de la masonería especulativa y el Romanticismo, aunque existe como precedente un neotemplarismo tradicional (bajomedieval y renacentista). Es el neotemplarismo histórico de la Orden portuguesa de Cristo o la española de Montesa, de las fraternidades laicas de filiación templaria (Fede Santa, Fideli d’Amore...) y de las cofradías medievales reunidas en torno a la abadía céltico-culdea de Kilwinning (Escocia, Reino Unido), embrión de la Orden de los Caballeros de San Andrés del Cardo. La quiebra histórica y doctrinal de este movimiento se materializa a principios del siglo XVIII, época de la neocaballería templarista de Felipe, duque de Orleans (1701), y del sistema de la Estricta Observancia Templaria (17511755) de Carlos, barón de Hund, así como del interés de las logias masónicas por las distintas teorías esotéricas (alquimia, aritmosofía, cabalismo, teurgia neumológica, etc.). Documentos masónicos como algunos catecismos de 1744, el manuscrito de Estrasburgo (1760) o las ingeniosas invenciones del pastor protestante Jean-Auguste Starck (1714-1816) vinculan a los templarios con la Orden del Santo Sepulcro y con la Orden de Malta (heredera de los hospitalarios de San Juan de Jerusalén). Comienza así a fraguarse el neotemplarismo moderno sobre la base de toda una serie de teorías fantásticas y de dudosos documentos con los que tratan de legitimar la impostura. A lo largo de todo el siglo XVIII una cohorte de masones falsarios y pretenciosos (Von Raven,Eckleff, Zinnerdorf, el Barón de Gugomos, el Duque de Sudermanie, Ferdinand de Brunswick, Jean-Baptiste Willermoz, etc.) se dedican a pergeñar leyendas y sistemas graduales de iniciación pseudocaballerescos alusivos al Temple. A finales del siglo XVIII el duque Louis Hercule Timoléon de Cossé-Brissac establece el Soberano Concilio de los Caballeros de Oriente presentando diversos documentos para tratar de demostrar que él es el “último Gran Maestre secreto de la Orden del Temple”. Aparece así por primera vez la controvertida Carta de Transmisión de Larmenius,de 1324, supuesta prueba de la continuidad clandestina de la Orden del Temple a lo largo de los siglos que, sospechosamente, nunca ha sido puesta a disposición de los investigadores para ser sometida a un estudio de autenticidad. En Marsella, en 1973, los representantes de la rama neotemplaria que poseía la carta se negaron a confiarla al historiador francés Laurent Dailliez, con el también historiador Alain Desgris de testigo, aduciendo que el documento era tan importante que no podía salir del lugar en el que se conservaba y acusando a Dailliez de estar a sueldo del Papa. En 1792, en pleno fragor de la Revolución Francesa, Cossé-Brissac es asesinado en Versalles. Como sucesor en el gran maestrazgo neotemplario aparece en 1804 el masón y antiguo seminarista Bernard-Raymond Fabré-Palaprat.Otro de los miembros originales de la Orden de Oriente de Cossé-Brissac, Antoine-Guillaume Chéreau, publica en 1806 un libro titulado Explicación de la Cruz Filosóficaen el que sugiere que los neófitos de la Orden de Oriente provienen del grado decimoctavo del masónico Rito Escocés del Gran Oriente francés. Por su parte, Fabré-Palaprat crea un sistema neotemplario renovado en el que se enseña que algunos de los jefes de la Orden de Oriente, nacidos en Egipto, han profundizado en conocimientos transmitidos por Moisés, Aarón, Cristo –considerado un filósofo iniciado en los misterios de Osiris– y San Juan. Y, en un alarde de imaginación desbordada, Fabré-Palaprat señala también que la Orden del Temple, aliada con la secta ismaelita de los Asesinos, dio lugar a una desviación conocida por el nombre de “masonería”. Por supuesto, no puede faltar el “documento legitimador”, una supuesta versión del Evangelio de San Juan del siglo XI con matices gnósticos llamado Levitikon que, según Fabré-Palaprat, encontró casualmente en una librería de viejo de París... Con mimbres tan fantasiosos y la fundación de una nueva Iglesia Neotemplaria de San Juan de por medio, surge el neotemplarismo moderno, que, por un lado, asegura detentar supuestos secretos ancestrales y saberes esotéricos y, por otro, manifiesta un desmesurado afán por lograr el “reconocimiento” eclesiástico.

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